Bueno, a vosotros os parecerá un poquito, o un poco bastante,
raro celebrar las Navidades y la llegada del Año Nuevo en la Luna, sí,
habéis oído bien, en la Luna. Bueno, empezaré con la historia que me estoy liando a hablar y al final no os voy a contar el viaje.
Era un 8 de junio de 2012 y era en mi cumpleaños cuando me estaban dando
los regalos. Me regalaron una Monster High, un MP5, y muchas otras
cosas más. Pero cuando todos creíamos que se habían acabado los regalos,
llegó Teresa, móvil en mano y me dijo:
-Sara, Sara, alguien quiere hablar contigo, y con alguien me refiero al personal más importante de la NASA.-dijo ella-.
-Hola, ¿Querían hablar conmigo?- pregunté un poco nerviosa- soy Sara Tejeda Cuena.
-Buenas,
soy Adriana Ocampo Uría-dijo ella- la persona encargada de la misión a
la Luna que usted llevará a cabo este año nuevo, si con un poco de
suerte consigue superar todas las pruebas.
-¿Pero cómo voy a hacerlo yo?-pregunté más que preocupada-.
- Oye chica, ¿quieres hacerlo o llamo a otra persona?- dijo ella empezando a “calentarse”-.
-Por
supuesto que quiero hacerlo pero es que tendría que ponerme a hacer las
maletas, separarme las navidades de mi familia y …-
Antes de que pudiera acabar la frase dijo.
-
Oye chiquilla, si vas a hacerlo confírmamelo mañana, y nos vemos en
Florida, en el Caño Cañaveral, el 12 de junio y allí te enseño todo.¡Y
deja de hablar que llamar desde aquí es muy caro! Bueno, adiós.-y
colgó-.
Era el día 12 y allí estaba yo, sola, en medio de una estación
espacial con miedo a fastidiarla completamente, y por otra parte con un
alucine que ni te lo imaginas, yo, una chica corriente que comenzó esta
aventura el día de su cumpleaños, ¡y mira donde acabó! En ¡Florida!
Llegué a mi habitación con la ayuda de un tío gordo y bajo con un uniforme y una placa en la que ponía su nombre: Jingles.
Intenté entrar a mi habitación, pero estaba cerrada con llave, aunque
se oía a un grupo de chicas, probablemente mis compañeras de
habitación, chillando como... Bueno, como no sé qué.
Llamé a la puerta y no me abrían, así que le di a un botoncito que había en mi maleta y transpasé la puerta, dije:
-Hola chicas, soy Sara Tejeda y también vuestra compañera de habitación.-
-Hola, somos Andrea, Lucía, María y yo soy Emma- dijo la última de ellas-.
Eran
todas con el pelo de diferentes tonos y colores pero con el mismo
peinado, delgadas y con un acento inglés que entendía a la perfección
gracias a los relojes que teníamos todas en las muñecas. Esos relojes lo
que hacían era coger las palabras y traducirlas a cada uno de nuestros
idiomas.
Me hicieron un hueco, nos pusimos a hablar de las costumbres de
nuestras ciudades y países, ¡ madre mía, cuanto aprendí! Hasta que
caímos dormidas unas encima de las demás, agotadas esperando a que
llegase el día de entrenamiento para ver cuáles de nosotras irían y
cuáles se quedarían.
A la mañana siguiente nos despertaron con un circuito larguísimo
que contenía agua fría que nos echaron por toda la cara como si fuese
nuestro despertador de siempre, así, como si fuese de lo más normal que
hay en el mundo.
Poco
después, fuimos a la cafetería y allí anunciaron los grupos de las
pruebas.¡No me tocó con ninguna de mis compañeras de habitación! Esto de
trabajar en la N.A.S.A. ... ¡Es increible!
Nos
dirigimos a la primera prueba y la superé igual que las pruebas
restantes, ¿sabéis lo que cuesta hacer las pruebas?A por cierto el que
quiera ser astronauta que se lo piense dos veces, porque, sí, será
bonito, pero también agotador. Bueno, pues en cuanto llegué a la
habitación me tiré en el sofá y allí me quedé hasta que mis compañeras
me despertaron a su manera, ¡a gritos!
Mis compañeras me contaron todo lo que dijo el comandante y al
oír que me habían elegido, empecé a saltar de alegría y se lo conté todo
a mi familia por vídeo-chat. ¡Qué alucine!
El
30 de diciembre estaba en la nave con mucha más gente que no
conocía.Bueno lo importante es que celebraría las navidades en el
espacio, en la Luna, para ser exactos.
10,
9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1... ¡DESPEGUE! Claro pero hacia nosotros se
dirigían un montón de asteroides que tuvimos que esquivar con mucha
dificultad. Todos, menos uno era grandecito, así que caímos muy mal
sobre la dura tierra de la Luna. Pero gracias a los científicos del
otro lado de la pantalla y sus indicaciones pudimos arreglarlo y dejarla
como nueva.
Era 31 y allí estábamos todos con una pequeña televisión por satélite
esperando a que en Telecinco comenzasen las 12 campanadas. Por cada
campanada, sí, teníamos uvas pero no las usábamos igual que en la
Tierra.
Sonó la primera campanada y dejamos una uva flotar, así hasta que
llegó la duodécima y nadar por el aire para coger 12, el que no lo
hiciese tendría que dar una vuelta a la Luna, con mochila propulsona
entera mientras los demás inspecnionában el terreno. Y adivinad a quien
le tocó dar esa vuelta. ¡A mí! ¡Ja, ja, ja!
Bueno, esta ha sido la historia de mi fantástico viaje de Fin de Año a la Luna.
¡FELIZ NAVIDAD!
ESTA HISTORIA HA SIDO ESCRITA POR SARA TEJEDA CUENA, ALUMNA DE 6º B.
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